Una mañana de sábado por el mercado de Baiona.

Xabier y Jon

Una de las paradojas de Francia es que si por un lado es el país europeo donde las grandes superficies más se han desarrollado, e incluso ha exportado sus grandes marcas (Carrefour, Leclerc, y demás) a otros países, por otro lado ha sabido preservar y promover los mercados de calle. Da igual que sea una gran ciudad o un pueblillo pequeño, siempre hay ese mercado que alegra y da ambiente a la ciudad. 

La hora del aperitivo

Baiona no es una excepción, y todos los sábados por la mañana llegan agricultores, ganaderos y «mercaderes» de los pueblos cercanos para poner sus puestos en torno a «Les Halles», el otro mercado, cubierto, que abre todos los días de la semana. El mercado ejerce como catalizador de la vida social de la pequeña ciudad vasco-gascona, y los días de mercado hay un ambiente especial: la gente aprovecha sus compras para tomarse el aperitivo, comer fuera, y algunos hasta echan unos cánticos.

Como es costumbre en cualquier mercado hay una gran variedad de productos, algunos traídos de fuera, pero también mucho producto local: quesos, verduras, charcutería, productos lácteos, fruta, etc. Se puede encontrar de casi todo, incluso hay el típico mercadillo de ropa usada, objetos de segunda mano, y como estamos en Francia también hay puestos con libros usados.

Martín, vende cebollas, chalotas, y ajos

Hablando con los mercaderes (hay unos cuantos que vienen del otro lado de la frontera) nos cuentan que para ellos el mercado es un lugar lleno de vida, el contacto con el cliente es más cálido que en una tienda, y que además cambia todos los días, según el tiempo, la estación del año, y también porque cada día suelen hacer un mercado diferente: Anglet, San Juan de Luz, Orthez…

Xabier, que viene casi todos los días desde Pamplona para hacer los mercados de la costa, cuenta que el cliente vascofrancés aprecia la calidad y está dispuesto a pagar por ella. El trae naranjas, tomates, alcachofas, y más productos según la temporada; todo de muy buena calidad. Pero lo mejor es que le escuchéis a él mismo explicar su visión de las cosas:

Christophe vende encurtidos y frutos secos, siempre tiene una palabra amable y jocosa para cada uno de sus clientes, y nos cuenta que le gusta trabajar en el mercado por su diversidad, diversidad de gentes, de productos, y de situaciones, cada día es diferente y nunca se repite. Este es Christophe (podéis ponerle subtítulos si no comprendéis el francés):

El mercado, una tradición que hay que recuperar y apoyar. No es lo mismo, ni desde la perspectiva del consumidor, ni del ciudadano, ir al supermercado y hacer las compras lo más rápido posible, que pasearse por el mercado mientras charlamos con unos y otros, nos tomamos un vino o un café, y nos maravillamos de lo bonitos que están los puerros de este puesto de aquí, o la buena pinta que tienen los quesos de ese puesto de allá.

otra ventaja de los mercados: se puede ir a pie, o en bici

Tal vez gastamos un poco más, es verdad, pero a cambio volvemos a casa con una sonrisa, y un par de historias para contar.