Sí amigos, grandes cantidades de ese amable vino que llamamos lambrusco se bebe en este país, y sin embargo muy poco sabemos de él: que procede de Italia, que son blancos y rosados, que son muy baratos, que llevan gas y que tienen un regusto dulzón. No nos preocupamos más, simplemente nos gusta y no hay nada más que hablar.
Está bien, sí, pero convendría saber un poco más de lo que nos bebemos los consumidores holgazanes y despreocupados en que nos hemos convertido…
Mi maestro y buen amigo José Luis Lejonagoitia acaba de publicar en el blog de la Sociedad de cata Bacchus (bacchuswine.wordpress) a la que pertenezco desde su fundación un interesante artículo sobre este controvertido tema en el que se comenta, siempre con ánimo ilustrativo y afán de arrojar un poco de luz, algunos aspectos de lo que está pasando en el mercado español de este tipo de vino. Os lo recomiendo de todo corazón pero os dejo algunos apuntes para la reflexión.
Hace unos años y casi sin enterarnos entró en España un vino llegado de Italia a precios muy bajos. Su destino principal eran los restaurantes de fast food y las medianías de cocina italiana que afloraban por doquier. Como tiene sabor dulzón, más gas que la bomba de mostaza y se sirve muy frío (huyamos de los vinos con etiquetas dónde ponga «sírvase muy frío) el vino de marras ha cuajado entre el gran público y se consume «a espuertas». Vamos, que ya tenemos un nuevo filón para el pícaro de turno…
Pero todo ésto no es nuevo, allá por los años 70 se inventó un vino azucarado, carbónico y para servir muy frío con el fin de competir en USA con los «wine colors» que se usaban mezclados con colas o similares.
Pues bien, tras éste boom en España empiezan a surgir estos pícaros tan nuestros. En España se producen grandes no, grandísimas cantidades de vino a granel. Mucho se exporta, pero mucho se queda dentro. El avispado de turno decidió que él también podría producir este vino que tanto se vende mezclando graneles de blanco y de tinto, la mayoría de ínfima calidad, enchufando gas a cascoporro, azúcar a paletadas, etiqueta con los colores italianos pero en orden distinto al de la bandera del país de Marco, Berlusconi y Chichiolina, nombre que suene a italiano (genovese, corleone, azzurro,etc…) sin importarle ni siquiera la ortografía de los términos utilizados, y desde nuestra querida y admirada Rioja (de la cual sabemos tanto en Bilbao) asestar un buen «peine gallego» o «punterón» a la bola (que decíamos cuando todavía se podía jugar al fútbol en las calles) y sacar al mercado el infame vinacho. Así nos luce el pelo, amiguitos.
En próximas entregas hablaremos del Lambrusco, del bueno, no de estas zarrapastrosidades que nos venden como si fuera el lambrusco fetén.
Os dejo un relato que incluye al Lambrusco: https://blogdefabio.com/2016/08/05/tinto-y-triston/
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